Por Cecilia Ananías

Imagen del Diario de Concepción

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Hace algunas semanas, se denunció en la web de Académicos Udec los despidos injustificados de varios integrantes de la Orquesta Sinfónica Udec. El violinista Leandro Botto, quien llevaba trece años en la institución y fue presidente del sindicato de músicos, fue uno de los despedidos; la misma suerte corrió su pareja por varios años, la chelista Cecilia Barrantes y el concertino –máxima autoridad en la orquesta- y violinista, Freddy Varela.

Este accionar simplemente fue calificado de “proceso de reestructuración” desde la Corporación Cultural Udec. Pero tras entrevistar a dos de los afectados y a varios ex directores de la orquesta, todos coincidieron que estos despidos eran sólo un efecto más de una larga historia de prácticas anti sindicales, dictatoriales e intimidatorias.

Leandro Botto explicó que su fin de contrato no tenía nada que ver con lo artístico, sino que por haber puesto en entredicho la administración de la gerente de la Corcudec, Lilian Quezada. Otros, Como Freddy Varela, apuntaron también a las malas prácticas del director de Elencos Estables, Alberto Larraín y al inspector Darwin Rodríguez: “Esto es una dictadura, los músicos no se atreven a hablar. Yo le exigí a Larraín y al rector que me dieran una explicación porque habían despedido a mis colegas y jamás tuve una respuesta. Luego volví a pedirla y recibí mi despido antes que pudiese tener al menos mi concierto de despedida, como se suele hacer con un concertino por respeto”, declaró en ese entonces.

Botto tiene claro que con estos despidos “la administración logró el objetivo: infundir el miedo en los músicos, que ahora temen correr el mismo destino nuestro. Con esto, probablemente cesen los reclamos por prácticas antirreglamentarias e incluso, anti sindicales”, explicó en el reportaje anterior. A raíz de esto, él y su pareja entablaron una acción legal contra la Corporación Cultural de la Universidad de Concepción, pidiendo el pago de casi 10 millones de pesos en beneficios adeudados, como detalla BioBioChile.

Leandro Botto | Imagen de Youtube

Leandro Botto | Imagen de Youtube

“En el juicio intervinieron media docena de testigos, entre ellos el jefe de fila de las violas, Claudio Cofré, quien no descartó medidas de represalia y que agravarían el clima de tensión al interior de la corporación cultural perteneciente a la casa de estudios penquista”, explica este medio. El juez a cargo del caso, Fernando Stehr, fijó para el 2 de febrero la entrega del fallo.

Pase lo que pase con este fallo, los conflictos al interior de esta entidad cultural aún no terminan, ya que tal como predijo Cofré, continuaron las represalias. Recientemente, dos integrantes del coro sufrieron el mismo destino y fueron removidos de sus puestos bajo la amenaza de que su director, Carlos Traverso, perdería su trabajo si no se iban.

Se trata de Jorge Ibáñez y Daniela Díaz; el primero, afirma haber sido expulsado por haber visibilizado en Facebook lo que ocurría al interior de la orquesta y también, por denunciar a una cuenta falsa y anónima de Facebook que amenazó a los músicos durante varios días; mientras que Daniela, afirma haber sido echada por ser la cara visible de la directiva del coro y por haber pedido que se transparentaran los incentivos monetarios a los coristas por ópera, quienes trabajan de forma voluntaria y gratuita en cada una de las presentaciones de la Corcudec. Los contactamos y esto fue lo que nos contaron.

11 años de pasión a la basura

Jorge Ibáñez es tecnólogo médico egresado de la Universidad de Concepción y trabaja en el Hospital Regional Guillermo Grant Benavente. A pesar de su ajustado horario de trabajo en este centro de salud, él siempre se hacía el tiempo para cantar en el coro de la Universidad de Concepción, actividad que hacía de forma gratuita y voluntaria desde hacía más de 11 años. Lamentablemente, esta carrera de más de una década vio su fin, luego de que este lunes 23 de enero fuera expulsado de forma arbitraria.

Jorge tiene claro que no lo echaron por su calidad artística, sino que por haber alzado la voz contra los abusos que han sufrido los músicos de la Orquesta Sinfónica Udec. “A mí me echaron por compartir en Facebook el reportaje sobre las malas prácticas en la orquesta. Por comentar en ese post y por dar mensajes de apoyo a los músicos”, detalla, agregando que, aunque el coro y la orquesta son entidades diferentes, suelen trabajar juntos, por lo que son conscientes del trato vejatorio y mal ambiente que hay en la institución.

“Yo compartí la publicación y, de paso, reporté a una cuenta falsa de Facebook, que bajo el nombre de ‘Claudio Garrido’ y ‘Francisca Bustos’ andaba haciendo amenazas en esta red social, específicamente en la misma página de la Asociación de Académicos Udec; esa cuenta sabía cuánto ganaba cada músico, sus horarios y atacaba al presidente del sindicato de la orquesta, Javier Bustos. La reporté porque me pareció de muy mala clase. Al poco tiempo, me llegó un mensaje por Whatsapp diciéndome que tuviera cuidado con lo que comentaba y publicaba. No diré quién me lo envió, pero con esto me dieron a entender de que me estaban vigilando”, agrega.

Cabe destacar que la Asociación de Académicos Udec debió bloquear al menos 10 perfiles distintos bajo el nombre de “Francisca Bustos” y “Francisca Varela”, que se empeñaban en postear el mismo mensaje contra los músicos una y otra vez, incluyendo amenazas hacia la Asociación, hasta que finalmente borraron todos los mensajes por cuenta propia. Aunque se pidió su versión oficial a la administración de la Corcudec antes y después de la publicación del reportaje anterior, estos se negaron a darla.

Un par de semanas después de este mensaje de Whatsapp, el director del coro, Carlos Traverso, los citó a reunión “y ahí nos dijo que, por órdenes del director de Elencos Estables, Alberto Larraín, estábamos expulsados. Aunque la firma de Carlos está en el documento que nos expulsa, yo lo conozco y sé que no haría algo así, lo deben haber amenazado”.

Para Jorge esto fue un golpe: “Me echaron por pensar distinto, por disentir. Por no quedarme sentado con los brazos cruzados mientras echaban a los colegas. Por ponerme la camiseta por ello. El coro y la orquesta son instituciones distintas, pero necesitamos a los dos para hacer un buen espectáculo. Y si una tiene problemas, repercute en la otra. Nosotros amamos la música. Vivimos la música. Todos en el coro tenemos proyectos a futuro de poder hacer carrera en esto; aunque hayamos estudiado otras cosas, siempre tenemos a la música en el horizonte. Para mí, la administración de la Corcudec es dictatorial y autocrática. Nadie ni siquiera puede dar una opinión, por muy pequeña que sea, sin que haya sanciones de por medio. Hay un ambiente tremendamente tenso”, explica. Una opinión similar tiene su compañera, Daniela Díaz, quien también fue expulsada, pero por razones diferentes.

Expulsada “por sindicalista”

Daniela Díaz estudia Derecho en la Universidad San Sebastián, trabaja como procuradora judicial en una asociación inmobiliaria y desde hace casi tres años que canta de manera voluntaria en el coro de la Universidad de Concepción. A finales del 2015, pasó a integrar la directiva del coro junto a dos compañeros más, donde tuvo un problema con la administración de la Corcudec por una “mala interpretación” que hasta hoy no se explica. Aunque le dijeron que habían pasado la página, se convirtió en el motivo por el que fue expulsada junto a Jorge Ibáñez.

Daniela explica que, aunque ellos cantan de forma amateur y voluntaria, “a los integrantes del coro nos dan un incentivo económico después de cada ópera. Nosotros tenemos prohibido llamarle ‘pago’ o ‘remuneración’, aunque de eso nos enteramos después. El problema es que nunca sabíamos el monto exacto que nos darían, pero solía encontrarse entre 80 mil y 100 mil pesos”.

En agosto del 2016 actuaron en una ópera tan intensa, que tuvieron que cancelar turnos de trabajo para ensayar por más de tres meses. Pensaron que les cancelarían un monto cercano a los 100 mil pesos, “pero de pronto nos informaron que serían sólo 25 mil pesos, porque el monto se calcula en base al sueldo del solista mejor pagado y esa plata se divide por cada miembro del coro. Como actuamos más de 30 personas, nos quedó esa cantidad de dinero. Y de esa fórmula no teníamos idea, hasta después de actuar”.

Imagen de Coro Udec Informa

Imagen de Coro Udec Informa

Ella explica que querían que se transparentara el proceso de pago y que se diera la información de forma oportuna, para que los coristas decidieran si querían participar o no en una ópera: “Hay mucha gente en el coro que trabaja y que sacrificaron turnos y dinero para estar presente en los ensayos, los cuales son obligatorios, y que pensaban que después compensarían el dinero perdido con este incentivo. Otros estudiantes que estaban en periodo de certámenes y que también sacrificaron tiempo importante. Entonces, cuando nos dijeron que nos darían apenas 25 mil pesos, muchos quedaron impactados”.

Daniela decidió tomar cartas en el asunto: junto a sus compañeros de directiva, redactó un documento de compromisos y solicitaron una reunión con Alberto Larraín, la cual tardaron mucho en concedérsela y cuando al fin llegaron al lugar, los recibieron 20 minutos más tarde y les dijeron que tenían sólo 10 minutos para hablar.

“Era una carta de compromisos, no tenía nada de conflictiva. Como no había reglamentos ni estatutos, queríamos que este documento le sirviera como sustento al coro a futuro”, explica. Entre varios puntos, se encontraban la petición de que les arreglaran el aire acondicionado, saber si contaban con seguros de vida –ya que por las obras viajan constantemente-, dejar por escrito los montos que existen para realizar convivencias, aumentar este monto de 25 mil por la pasada obra “y que nos avisaran cuánto nos iban a pagar por ópera antes de que la gente se inscribiera”, agrega Daniela. También, le expusieron que era problemático que, cuando les pagaban estos montos, una sola persona hiciera la boleta por todos, lo cual significaba que sólo uno se quedaba con la devolución de impuestos.

Ese día “el señor Larraín leyó la carta, estaba súper simpático, nos dijo que estaba de acuerdo con lo que pedíamos y luego agregó que no veía ningún conflicto. Nosotros la explicamos que no lo había, que no teníamos afán de dar pelea. Nos trató súper bien y nos dijo que conversaría los puntos de la carta con Lilian Quezada. Fue todo en buenos términos”, relata Daniela.

Dos semanas después, les avisan que el monto de 25 mil pesos había sido subido a 50 mil, lo cual los animó, “fue una victoria moral. Sentimos que lo que hicimos como directiva estuvo bien”, agrega Daniela. Pero al día siguiente, el director Carlos Traverso interrumpió el ensayo y les pidió explicaciones por un papel que tenía en su mano, que resultó ser la misma carta de compromiso que redactaron. Les dijo que había sido citado a reunión por la administración y que lo habían interpelado por no ser capaz de resolver este “conflicto” al interior del coro.

“Lo increparon porque nosotros, la directiva, nos habíamos saltado ‘el conducto regular’, ya que el único interlocutor válido para hablar con la administración de la Corcudec era él, el director. También se enojaron porque llamamos ‘pago’ al ‘incentivo económico’, a pesar de que tenemos que hacer boleta por ello. Yo no entendía cómo Larraín podía haber malinterpretado todo lo que le habíamos dicho. Él decía que teníamos prácticas sindicalistas en el coro, que nosotros no éramos un sindicato, que no estábamos en posición de alegar nada, que si no nos gustaban las reglas nos íbamos y que nuestra única atribución era organizar cocteles, cosa que nunca nos habían dicho antes. Trataron al coro de ente conflictivo y a Carlos Traverso, de no tener mano firme”, detalla Daniela.

A raíz de lo ocurrido, debieron redactar una carta ofreciendo disculpas a la administración. Nos dijeron que con eso “nuestra ofensa estaba perdonada. Que habían pasado página”, detalla Daniela. Después de eso, la directiva se desanimó y se dedicó exclusivamente a organizar eventos sociales para el coro; ni siquiera cuando tuvieron problemas de seguridad con las tarimas, intercedieron por el coro, con miedo de volver a tener enfrentamientos con la administración. Todo estuvo bien, hasta la reunión del lunes 23, cuando los expulsaron.

Nos dijeron “Jorge, a ti te expulsan por disentir y por molestar con el tema de los perfiles falsos. Y a ti, Daniela, porque fuiste la cara visible del conflicto que ocurrió en septiembre”. Jorge Ibáñez precisa que “Carlos es una persona de segundas oportunidades, de solucionar las cosas con el diálogo y claramente la expulsión no corresponde con su carácter”

Hoy, estos profesionales piensan en qué hacer. La única opción legal es poner un recurso de protección para volver a sus puestos en el coro, pero como explica Jorge “a mí me gustaría volver al coro, pero no en estas condiciones. Porque para ser vilipendiado, injuriado, yo no estoy dispuesto”. Daniela agrega “no me interesa volver a ese mal ambiente”, pero afirma que no se retirará sin bajar los brazos. Sus compañeros y compañeras de coro los apoyan y escribieron una carta a la administración repudiando lo ocurrido, además de un comunicado público.

También, generaron la página de Facebook Coro Udec Informa para contarle a la gente sobre la situación que se vive al interior de la CORCUDEC.

Dos nuevos casos de despidos arbitrarios al interior de la Corcudec, que sólo prueban las acusaciones de malas prácticas de la administración denunciadas en el reportaje anterior de la Asociación de Académicos Udec. ¿Quién vigila esta clase de expulsiones y ataques? ¿Cómo evitarlos? Y más importante aún, ¿cómo seguirá haciendo música una de las orquestas más antiguas de Chile en un ambiente laboral de este tipo?