
El reciente incendio que afectó a Concepción, Chiguayante y Hualqui vuelve a plantear críticas al manejo de este tipo de emergencias por parte de las autoridades. Entrevistamos a la académica de la Universidad de Concepción, Edilia Jaque Castillo, quien se especializa en estudiar este tipo de riesgos. Jaque es enfática en señalar que no estamos previniendo adecuadamente este tipo de crisis y que el actual modelo forestal y de desarrollo urbano de nuestro país no piensan en el bienestar y seguridad de las comunidades.
Por Cecilia Ananías Soto para Académicos y Académicas UdeC.
Durante casi una semana, la Provincia de Concepción tuvo un cielo que parecía estar hecho enteramente de ceniza. El descontrol de los incendios fue tal, que el lunes debió declararse Alerta Roja en Chiguayante, Hualqui y Santa Juana; solo hasta ese día, ya se habían consumido más de 2.4000 hectáreas, de las cuales, 110 se encontraban en la Reserva Nonguén. El miedo y la angustia afectaron a la población que vive en estos sectores, muchas veces, rodeada de plantaciones forestales y sin mayores vías de evacuación. Por suerte, de la mano del esfuerzo de los y las brigadistas, el jueves se declaró que los incendios de estas tres comunas, junto al de Mulchén, habían sido controlados.
Un desastre que tuvo un grave impacto en el ecosistema natural de esta zona, ya bastante afectado por la sola intervención humana y que pudo haber significado mayores pérdidas. Incendio que nos recuerda mega desastres, como el de Florida de 2017, y que continuamente nos alertan que no estamos preparados ni preparadas ante este tipo de emergencias. “Es fundamental que todos los municipios tengan una Unidad de Gestión de Riesgos”,declara Edilia Jaque Castillo, académica del Departamento de Geografía de la UdeC.Y agrega “En Chile, tenemos el tremendo prontuario de desastres, pero no hemos sido capaces de generar una gestión integrada de riesgos. Tenemos un enfoque de emergencia, de reaccionar solo cuando está ocurriendo, pero no de prevención”.

La Doctora en Ciencias Ambientales ha dedicado buena parte de su carrera a evaluar vulnerabilidades, no solo ante incendios, sino que también ante inundaciones y remociones en masa –deslizamientos de tierra-. Actualmente, se encuentra cerrando un proyecto Fondecyt para el cual analizó, junto a su equipo, el modelo forestal chileno desde una perspectiva crítica, específicamente en las localidades de Arauco, Cañete, Quillón y Yumbel. Además, con el apoyo de la Vicerrectoría de Vinculación con el Medio de la UdeC, realizó un estudio de multi amenazas de la Reserva de Nonguén. Esto fue lo que descubrió.
Islas humanas entre un mar de pinos
Una de las grandes preocupaciones de la Doctora en Ciencias Ambientales, es el encierro de las economías campesinas y la amenaza latente de incendios, motivo por el cual decidió investigar de forma crítica el modelo forestal en la zona, buscando vulnerabilidades. “Al hablar de vulnerabilidades, no me refiero al concepto de pobreza, sino cuán expuestos se encuentran a los incendios: de qué material están hechas sus viviendas, si existe hacinamiento o no, si cuentan con vías de evacuación y si saben cómo actuar ante una emergencia”.
Los resultados fueron alarmantes: localidades sin grifos ni acceso a agua en general, completamente rodeadas de pinos y eucaliptos. “Este encierro de las localidades campesinas ha ido aumentado. Y estas pequeñas islas de viviendas, rodeadas por una matriz de plantaciones forestales, es un escenario muy peligroso y donde cuesta mucho más evacuar. Y las plantaciones forestales son el principal combustible para los incendios; estos prácticamente nunca se inician dentro de una cobertura nativa, y cuando ocurren es especialmente en zonas de vialidad y de torres de alta tensión”, advierte.

¿Por qué en estos sectores? Porque “el detonante, en un 99,5% de los casos, es humano”. Mas, Jaque explica que, aunque se ha utilizado la Ley de Seguridad del Estado para perseguir a culpables de estas catástrofes, este tipo de emergencias no han disminuido. “En ese escenario, lo que hay que fortalecer son las medidas que disminuyan la vulnerabilidad”.
Para la académica es vital que estas comunidades cuenten con acceso a agua y vías de escape lo suficientemente anchas, lo cual también permite el ingreso de carros bomba de bomberos. Además de fortalecerlas a nivel educativo y social: “¿Cómo podemos enseñar o transmitir qué hacer o cómo protegerse ante un incendio? ¿Cómo organizarse mejor? Porque las organizaciones sociales también son formas de ser menos vulnerables; por ejemplo, un grupo de campesinos puede unirse para pedir la instalación de grifos o para mejorar la materialidad de sus viviendas”. Pero sin este tejido ni esta labor de educación ni la infraestructura adecuada, lo que queda es solo una bomba de tiempo y que no solo está latente en sectores rurales.
Cuando el modelo forestal invade la ciudad
“Imagínate que Chiguayante está rodeado de plantaciones forestales y, al otro lado, tiene el río. El fin de semana se estaban quemando muchas zonas en el entorno de Chiguayante. ¿Hacia dónde evacúa la población si se pone peor? ¿Cómo llevas a la gente? Y si evacuas, ¿dónde la localizas por tres o cuatro días mientras se apaga el incendio?”, plantea la académica.
Esta ciudad es solo un ejemplo de cientos. Solo en la intercomuna de Concepción encontramos otros sectores tremendamente vulnerables ante estas amenazas: Agüita de la Perdiz (Concepción), Andalué (San Pedro de la Paz), Pedro de Valdivia Alto (Chiguayante), Palomares (Concepción) y Villa Juan Riquelme (Concepción) son otras zonas urbanas sumamente expuestas a amenazas, debido a su cercanía a las plantaciones forestales.

“Hay una gran franja de zona urbana que tiene alta y media amenaza frente a los incendios. Por ejemplo, en Juan Riquelme –sector a las afueras de Concepción, en la salida hacia Chaimávida- no hay grifo, todas las viviendas son vulnerables por su materialidad y sus vías son tan angostas que no cabe un carro de bombas; lo mismo ocurre en la Agüita de la Perdiz, donde hay sectores donde solo hay escaleras”. Para Edilia Jaque, esto no es culpa de quienes instalan sus viviendas ahí, sino de estas plantaciones que están dentro del límite urbano:
“Por ejemplo, toda la zona entre Talcahuano y Penco está llena de plantaciones y ese sector definitivamente es urbano y no de uso forestal. Por eso, creo que no hay una política pública que tome decisiones concretas y duras frente a este tipo de amenaza; por un lado, tenemos el modelo forestal que avanza por todo el territorio y, por otro lado, el modelo de desarrollo urbano y hoy están conflictuados, porque no piensan en los intereses de las comunidades. Si te fijas, en ciudades como San Pedro de la Paz, se han construido viviendas, de alto valor económico, rodeadas de plantaciones forestales; es decir que, en esta ciudad, las personas están pagando grandes cantidades de dinero por vivir en lugares de alta vulnerabilidad de incendios. Estamos construyendo ciudades vulnerables”.
¿Y ahora qué?
Tras concluir el estudio de multi amenazas a Nonguén, la investigadora entregó a Concepción, Chiguayante y Hualqui informes con sus principales conclusiones, planteando la urgencia de abordar las vulnerabilidades detectadas. Pero esto no se ha traducido, necesariamente, en avances: “Quizá no han hecho nada, no porque no quieran, sino porque no tienen las capacidades técnicas. Creo que, como academia, no podemos dejar solos a los municipios y las comunidades, porque no tienen todas las herramientas”, agrega.

Actualmente, Jaque se encuentra proponiendo un proyecto para generar metodologías que permitan actualizar estacionalmente las amenazas en el área metropolitana. “Los riesgos no son estáticos: cambian coberturas de suelo y otras condiciones. Entonces, lo que nosotros estamos proponiendo ahora, es generar una herramienta que muestre amenazas estacionalmente. Porque los incendios no son la única amenaza; estamos expuestos y expuestas a remociones en masa e inundaciones. Y hay fenómenos que no podemos evitar que ocurran, como un terremoto; pero sí podemos prevenir cómo enfrentarlos”, concluye.