El alumno de Ingeniería en Biotecnología Vegetal UdeC esperaba a un compañero de curso en Plaza Perú, cuando acabó metido en medio de las manifestaciones del viernes 6 de marzo en contra del SENAME. Al ver que Carabineros emboscaban y hostigaban a las personas, no dudó en defenderles. Su acción le costó una fractura expuesta en la pierna, torturas por parte de los efectivos y ahora, un tortuoso proceso judicial y de rehabilitación. Esta es su historia.
Por Cecilia Ananías Soto para Académicos y Académicas UdeC
Cuando acudí el pasado viernes 13 a la clínica a conocer a Gabriel Arias Soto (23), no fue difícil dar con su habitación: como ese día aún no aumentaba de fase el COVID-19, su puerta estaba rodeada por amigos y amigas, quienes esperaban pacientemente su turno para colocarse la bata clínica y entrar a acompañarlo. Hasta ese entonces, seguía con la tibia astillada en una fractura expuesta, motivo por el cual había que tomar varias precauciones, de manera de no transmitirle algún patógeno a la herida. Tuvo que continuar así hasta la noche del lunes 16, cuando recién se le sometió a cirugía. “La salud en Chile, sea pública o privada, no funciona”, me dice cuando le pregunto por qué han tardado tanto.
Cuando ingreso a la pieza, veo que lo acompaña un amigo desde sus tiempos de liceo, Andrés Salgado, quien describe a Gabriel como “una persona con gran sentido de la justicia”. Fue precisamente ese espíritu lo que lo llevó a defender a las personas que se manifestaban contra el SENAME y que eran atacadas por personal de carabineros, el pasado viernes 6 de marzo. El acto de solidaridad le costó un balazo en la pierna por parte de uno de los agentes.
Aunque es un recuerdo que aún le duele y pesa, acepta hacer memoria y recordar aquella noche, explicándome que él ni siquiera era parte de la marcha: “Yo estaba esperando a un compañero de la universidad, en la Plaza Perú, cuando acabé en medio de la manifestación; ni siquiera estaba preparado, si andaba con shorts”, explica. “Carabineros dispersaba la gente con el guanaco y cuando llegaron las motos a emboscar, subiéndose a las veredas, rodeando a la gente, hostigando y haciendo ese ruido como si fueran ‘disparos’, me di cuenta de que iban a desatar su violencia”, relata.
A diferencia de lo que Carabineros expresó en un comunicado, Gabriel aclara que la vida del funcionario que le disparó jamás estuvo en peligro: “No lancé piedras ni tenía un cuchillo ni nada así, solo mis manos. Le di dos empujones: la primera vez, para que dejaran en paz a la gente. El carabinero se cayó e inmediatamente sacó su arma de servicio y para mí eso es un abuso de poder. Son matones. Así que lo volví a empujar y corrí. Y ahí fue donde me disparó”, relata. Quien sacó y disparó el arma resultó ser el sargento primero Víctor Torres Aguayo.
Abuso policial
Concepción tiene un triste “récord” de violencia policial, ya sumando 92 denuncias del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) en contra de la Primera Comisaría tras el inicio del estallido social. Apremios ilegítimos, uso excesivo de fuerza y torturas son las causas más comunes, ubicando a la delegación penquista en séptima posición a nivel nacional en cuanto a abusos, como detalla esta nota del Diario Concepción. El caso de Gabriel es probablemente uno de los más graves y, a pesar de ello, muchas personas justifican todo lo que sufrió, solo por haber empujado a un policía, olvidando que esta institución debe actuar con proporcionalidad.
“Tras el disparo, tengo los recuerdos fragmentados, como flashs o como fotos. Sé que caí al suelo y una persona me socorrió y me realizó un torniquete en la pierna. Consiguieron una camioneta y me subieron a ella. Íbamos rumbo al hospital, cuando el contingente de Carabineros interceptó la camioneta, me tiraron abajo y ahí me empiezan a atacar y torturar. Mientras me golpeaban, me gritaban que debieron haberme disparado en la cara, me desearon que nunca más volviera a caminar y me decían que era un delincuente. En medio de la adrenalina y la rabia, les gritaba que no les tenía miedo”, continúa relatando Gabriel.
Los ataques quedaron registrados en decenas de videos de manifestantes y transeúntes que miraban con terror la escena: “Cuando me di cuenta de que ya me estaba desangrando, intenté arrastrarme y ahí me apuntaron con implementos de seguridad, me golpearon en las costillas, me giraron, se sentaron sobre mí y me esposaron. Me subieron al retén móvil y ahí me dieron otra patada en todo el rostro, como para ‘repasarme’”, agrega.
Tras la violencia y vejaciones, cuando al fin pudo llegar hasta Urgencias del Hospital Regional, “las enfermeras ni siquiera me podían atender bien, porque estaba cubierto de lacrimógenas, gas pimienta, todo lo que encontraron para tirarme”, agrega. Apenas lograron estabilizarlo, personal de la PDI le tomó su declaración. A pesar de su estado de salud, “pasé esa primera noche esposado, en calidad de detenido. No me decían por qué estaba detenido ni los cargos, pero lo estaba. Recién a las 5 de la mañana me leyeron los derechos. Y recién en la mañana les dieron la orden de retirarse”.
Ese sábado, sus vecinos y vecinas de la asamblea Chiguayante Organizado, junto a amigos/as y compañeros/as, se manifestaron a las afueras del Hospital Regional Guillermo Grant Benavente, para luego marchar hasta la Primera Comisaría de Concepción, exigiendo justicia por lo ocurrido.
Como explica Consuelo Herrera Monsalve, parte de esta asamblea: “Cuando nos enteramos que Gabriel había sido el compañero baleado, la primera sensación de fue de mucha pena y rabia. Pero bastó la disposición de algunos y algunas para comenzar a organizar el apoyo a la familia, sacar un comunicado y comenzar a organizar actividades en su apoyo. La asamblea entera se puso a disposición de él y también de Edgardo, compañero de la comuna que fue enviado a prisión preventiva, injustamente. Ambos casos nos estremecieron casi al mismo momento”.
“Rescato el apañe de compañeros y compañeras. Cosas como esas te dan un respiro de todo lo que sufriste y te das cuenta de que no estás solo y de que el poder recorre tu cuerpo”, puntualiza Arias.
La justicia como burla
A raíz de lo ocurrido, el Ministerio Público se querelló contra Torres Aguayo por violencia innecesaria y lesiones graves. A esto se suma la querella del INDH por apremios ilegítimos y tortura. La audiencia fue calificada como “extraña” por cercanos a Gabriel y como “una burla” por él mismo: a pesar de la gravedad de los hechos, el sargento solo quedó con prohibición de acercarse a la víctima, como única medida cautelar. Poco después de esto, se filtró un video, el cual mostraba al defensor regional, Osvaldo Pizarro Quezada, celebrando junto a Carabineros la libertad de Torres.
“Cuando vi ese video de ellos, casi que tomando ‘tecito’…”, me dice Gabriel, sin poder terminar la frase. Se queda mirando hacia la pared antes de continuar: “…cuando supe que este caballero aún tiene su arma de servicio… lloré todo ese día, porque vi la cara más fea de la justicia, la impunidad. Y no creo ser el único. La gente que se ha manifestado en mi apoyo entiende cómo funciona este sistema y siempre se ha sabido que es injusto y eso es lo más terrible: que se normaliza que nos peguen palos y que no respondamos de vuelta”, declara Gabriel.
Un par de días después, Gabriel y su familia se enteraron de que el Ministerio del Interior, a través de la Intendencia en la Región del Biobío, había interpuesto una querella en su contra por maltrato de obra a carabinero con lesiones leves y daños en Concepción. “Si no me siento en un hoyo, es porque tengo el apañe y la organización de la gente que aprecio, como también el apoyo espontáneo de otras personas, que hasta han organizado peñas y vendido rifas. A veces lloro un poco de rabia, pero esto me ayuda a seguir adelante”, explica.
Para su entorno, lo ocurrido ha sido tan fuerte como sorpresivo. También, les llama la atención la virulencia con la que han tratado a Gabriel en algunos medios y especialmente en redes sociales. Como detalla la Doctora Sofía Valenzuela Aguila, docente de su carrera, “él es un buen estudiante, siempre preocupado por sus compañeros y compañeras. El año 2018 participó activamente en la mesa de género triestamental que hicimos en la facultad; realizamos seminarios y actividades donde él lideraba y motivaba a sus compañeros a participar. Es respetuoso con los profesores y compañeros, así como con los funcionarios. Nos sorprendió que fuese herido, y bajo esa situación, es algo que no debiese ocurrir en Chile, ni en ninguna parte del mundo”.
Opinión similar tiene su amigo, Andrés Salgado: “Me impactó lo ocurrido, porque pensé que podía haberle pasado algo peor. Considero que ir a marchas puede ser algo arriesgado, pero nunca tanto como para que te den un balazo”, agrega. Herrera, de la asamblea Chiguayante Organizado, se suma a estas descripciones, afirmando que Gabriel alguien muy tranquilo y colaborador: “Ahora nos estamos articulando con otras asambleas y organizaciones que consideran absolutamente injusto el actuar de las fuerzas represivas sobre nuestro compañero, como así también de la querella que hace unos días se puso en contra del mismo”, agrega la chiguayantina. Si bien algunas actividades organizadas en su beneficio están ‘en veremos’, a raíz de la pandemia del coronavirus COVID-19, seguirán reagendando y apoyándolo. Saben que será una carrera de largo aliento.
La Universidad de Concepción lo apoyó públicamente, exigiendo la investigación y sanciones por lo ocurrido. Desde la Secretaría General FEC se condenaron las bajas medidas cautelares interpuestas a Víctor Torres Aguayo, además del video que mostraba al defensor público celebrando; además, solicitaron a la UdeC que no se le permita el paso a Fuerzas Especiales de Carabineros al interior del campus. La Asociación de Académicos y Académicas ‘Enrique Molina Garmendia’ se sumó a las condenas contra la violencia, junto con expresar que el exceso de fuerza y criminalización de manifestantes solo incrementa el malestar social.
Gabriel hoy enfrenta su recuperación de la cirugía y rehabilitación, mientras continúa sacando su carrera a través de la docencia a distancia. Además de ser estudiante y haber sido delegado del Centro General de Estudiantes, él es baterista y sabe que esta lesión le afectará de por vida. Aun así, él tiene esperanza en el proceso que vive Chile: “Con la recuperación del tejido social, te das cuenta de que la justicia no es solo un tribunal. Está en la gente que te apoya, que te quiere. La justicia no es solo papeles”, finaliza.