
Estos días, conmemoramos un año de la revuelta social, la cual inició con acciones de desobediencia civil protagonizada por estudiantes secundarias y secundarios, a las cuales luego se sumó la ciudadanía en su conjunto. Hay que decir que no es un “estallido” o un hecho puntual que hizo despertar al pueblo, sino que ha sido un capítulo de especial potencia en una historia, que viene incubándose desde la transición a la democracia con la “medida de lo posible”, que tuvo capítulos previos como el movimiento secundario del 2006 y el universitario del 2011. Una historia que da cuenta de 47 años de represión de los movimientos sociales y al pueblo mapuche.
Se acuñó la frase de “no son 30 pesos, son 30 años” para dar cuenta que las últimas afrentas al pueblo fueron tan solo las gotas que rebalsaron un vaso que se fue llenando paulatinamente de descontento, de sudor de trabajadoras y trabajadores agobiados por las deudas y el abuso, de lágrimas de niños y niñas que no supieron de crecimientos ni de OCDE. Esperamos por 30 años, con la esperanza de dejar atrás una dictadura feroz, pero el libre mercado hipotecó nuestras vidas, nuestros sueños y degradó esa democracia débil, que hemos intentado apuntalar a pesar de los negacionistas y colaboradores activos de la Dictadura, que aún persisten en el poder, inclusive en el gobierno.
En cuanto a nuestra Asociación (que surgió el fragor de la lucha estudiantil del 2011), la revolución de Octubre significó la rearticulación y la vuelta a la actividad política-orgánica, con una serie de encuentros, diálogos, convocatorias y manifestaciones con las cuales nos hicimos parte del proceso social en curso, generando instancias de vinculación inter-universitaria y de discusión en nuestro fuero interno. Habíamos permanecido en actividad, pero este proceso significó un despertar mayor, al igual que para toda la ciudadanía. Hemos intentado desde varias acciones y plataformas ser un factor de relevancia para propiciar los cambios que todos y todas demandamos. También hemos sido sensibles al sufrimiento causado por la represión, lo que se ha visto reflejado en las actuar de nuestra comisión de DDHH, que se ha dedicado a la complicada tarea que presionar por mayor justicia y trato humanitario, especialmente por estudiantes universitarias que han sido apresados por participar en la protesta social.
Transcurrido un año del 18 de Octubre y de las manifestaciones masivas que se sucedieron, recuerdo una conversación post-marcha en que conveníamos que lo revolucionario de este proceso, sería acabar con la Constitución de Pinochet e iniciar el proceso para una Nueva Constitución, generada con la mayor participación posible y en que se constituya un Estado que garantice derechos sociales y derechos humanos, que vele por el bienestar del pueblo y por lograr un desarrollo sustentable.
Y así, pandemia mediante, estamos ad-portas de lograr ese paso revolucionario y dar inicio a un periodo histórico, en que debemos estar más movilizados/as que nunca, en que debemos tomar la política en nuestras manos y ejercer el principal deber ciudadano, que es ser un agente de transformación social en base a la opinión, a la cultura, la organización y a la solidaridad. Debemos actuar con la rebeldía y responsabilidad necesaria, para que las vidas truncadas, mutiladas y arrebatadas durante este movimiento social sean respetadas y honradas al lograr un país más justo, equitativo y solidario, en que se respeten los derechos humanos, los pueblos y la diversidad.
Marcelo González Ortiz
Director Asociación de Académicos y Académicas EMG-UdeC