Por Cecilia Ananías Soto
El pasado sábado 14 de mayo, las redes sociales se repletaron de imágenes, saludos e historias de la Universidad de Concepción, conmemorando su cumpleaños número 97. Y si bien este plantel es motivo de orgullo de los habitantes del Gran Concepción, también ha tenido sus altibajos…
A principios de este año, fueron despedidos cinco reconocidos académicos por “necesidades de la empresa” y sin aviso previo, dejando a muchos ramos, programas y alumnos tesistas “en el aire”. No es la primera vez que ocurre esto: en años anteriores, fueron despedidos en las mismas condiciones importantes profesores e investigadores, entre los que se cuentan el ingeniero informático, Dr. Andreas Polyméris y la docente de la Facultad de Artes, Moira Délano.
Además, se han conocido denuncias sobre acoso laboral, violencia de género y misoginia que no se han resuelto de manera transparente, generando malestar en la comunidad universitaria. Ante tal escenario, cabe preguntarse, ¿qué necesita reformularse en la universidad?
El ex rector de la Universidad de Concepción (1990-1997) y docente de la Carrera de Derecho, Augusto Parra Muñoz, es prudente a la hora de criticar la gestión de esta institución, pero tiene claro que hay problemas que son urgentes de mejorar.
Una mala señal
Al profesor Parra no le parece adecuado recurrir al recurso de “necesidades de la empresa” para despedir a un académico o trabajador de la universidad, porque ésta no funciona como cualquier otra compañía: “Para una universidad no hay nada más importante que sus académicos y sus trabajadores”, detalla.
Para él, la Udec “es una institución que descansa en la creatividad, capacidad y compromiso de su gente. Y tiene que cuidarlo por encima de cualquier otra consideración. Por lo mismo, no puede actuar utilizando categorías empresariales”, explica el ex rector.
Por esto es importante cuidar la estabilidad y dar incentivos para que mejore la institución, pero de manera sostenida y progresiva. “Usar este tipo de causal (de despido) es una mala señal, porque crea incertidumbre. Genera inestabilidad, se quiera o no se quiera. Y eso es contradictorio con lo que la institución requiere”, agrega.
El proyecto colectivo
Pero, ¿cómo mejorar la comunicación entre las autoridades universitarias y los académicos y trabajadores? Este profesor especializado en Derecho Tributario cree que el tema radica en una mejor comunicación y volver a recuperar algo muy importante: un proyecto colectivo.
“Yo siempre sostuve que la magia que puede ejercer la autoridad y no me refiero sólo al rector, es lograr cruzar los proyectos individuales con el proyecto colectivo y por esa vía, lograr que todos se comprometan con algo en común. Que no se sientan en competencia con lo otro y que todos nos alegremos por lo que se hace, porque responde a una aspiración en común”, explica.
En 1994, el ex rector le propuso a la comunidad universitaria el plan de desarrollo estratégico de la universidad. “Ese plan se sociabilizó y discutió extensamente. Finalmente, fue aprobado y fue la carta de navegación de la universidad, conocido y respaldado por todos. Creo que no ha vuelto a haber un ejercicio de esa naturaleza y que la universidad lo necesita. Necesita reflexionar desde su gente sobre su sentido”, agrega.
La gestión de Parra también es muy recordada por sus cuentas públicas, las cuales eran realizadas en diciembre de cada año, para entregar información del estado y presupuesto de la universidad a la comunidad universitaria, lo cual incluía académicos y no académicos.
Un importante ejercicio de participación, considerando que en ese entonces “no teníamos los medios con los que se cuenta hoy día. Hoy, Internet puede reemplazar las asambleas de ese tipo; nuestro propio canal de TV puede servir (…) también la revista Panorama que está digitalizada. Creo que es una práctica indispensable que contribuye a la transparencia institucional y ojalá se retomara”, reafirma.
Los académicos en silencio
Actualmente, la participación en la universidad es baja, pero no se puede culpar exclusivamente a las autoridades. Las mismas elecciones de la Federación de Estudiantes contaron con muy bajos porcentajes de votación y el escenario se repite cuando se eligen autoridades en los departamentos.
Para el ex rector “tal vez, no sienten la necesidad de comprometerse en la vida de la institución, porque se acostumbraron a que haya una autoridad resolviendo los temas. Y porque están acostumbrados a aceptar lo que esta autoridad decida, sin pedir explicaciones de ningún tipo, guardándose sus juicios críticos”.
Parra siente que para un académico “es mucho más importante poder ganar un Fondecyt o ganar un proyecto interno en la universidad y enseguida, recluirse en su ambiente a desarrollar ese trabajo de investigación”.
Esto no sólo afecta a la universidad de manera interna, sino que también en procesos a nivel nacional: “Estamos en medio de un proceso de redefinición, no todo lo profundo que yo desearía, del marco legal en el que se mueven las universidades y de las políticas públicas que facilitan ese desarrollo. Pero el debate se va encerrando mucho, en un ámbito muy reducido y veo que la voz de los académicos está extraordinariamente ausente y eso es sumamente peligroso. Después no nos podemos quejar de lo que resulte de ese proceso, si no supimos reaccionar a tiempo”, es su llamado.
La democratización de las universidades
Si hay un tema que nunca pasa de moda en el debate universitario, es el sueño de tener una universidad más democrática, donde cada uno de sus elementos (académicos, trabajadores y estudiantes) pudiesen participar en sus decisiones. El ex rector cree que es muy conveniente y necesaria “una participación activa de la comunidad universitaria en la vida de la universidad. No hay que tenerle temor”.
El profesor Parra siempre recuerda el origen de las primeras universidades “la institución ya tiene más de mil de años, pero las primeras nacieron de agrupaciones y organizaciones de estudiantes que buscaban el conocimiento. Y ellos contrataban a sus profesores y elegían a sus directivos. Entonces, ¿cómo puede una institución, nacida de esa forma, ser renuente a la participación?”.
Pero él también sabe que los mecanismos de participación “hay que diseñarlos y administrarlos bien. Para no caer en un asambleísmo estéril que termine paralizando la vida de la universidad”, agrega. En el periodo en que este fue rector se crearon distintos órganos de participación, pero que con el tiempo fueron “quedando en el camino” por el poco compromiso de sus integrantes, así que él sabe que la mencionada baja participación es otro problema.
“Los académicos prefieren estar en sus laboratorios y oficinas, que asumir responsabilidades protagónicas en la definición de políticas o en programas de desarrollo de la institución”, agrega. Pero Parra no pierde la fe: “Con prudencia, naturalmente, se puede fortalecer la institución”.
Reencontrarse con la comunidad
Otra cosa que Augusto Parra ha notado en la universidad es que esta ha perdido el arraigo que tuvo tradicionalmente en la comunidad regional y local. A pesar de que las encuestas revelan que la comunidad valora mucho la universidad y que se identifica culturalmente con la UDEC, “esto no debe llevarnos a engaño. Hemos tendido a encerrarnos en nosotros mismos”, agrega con preocupación.
“La universidad chilena actual se ha desentendido de sus responsabilidades en los temas colectivos más acuciantes. Hoy, los centros de pensamiento y de elaboración de propuestas no están en las universidades. ¿Qué voz tienen las universidades en el proceso constituyente? Por ejemplo. ¿Pueden, siendo depositarias del conocimiento y de la experiencia histórica, desentenderse de un hecho tan relevante para la vida colectiva como lo es este?”, ejemplifica.
“Debe reconocerse que en esto ha habido una evolución muy negativa de la universidad chilena, que tiende a concentrarse en los propios desafíos de su existencia, a medirse en función de rankings que normalmente vienen del extranjero y a trabajar para rankear mejor. Creo que es mucho más importante nuestra real capacidad de respuesta a las demandas y exigencias de la sociedad a la que servimos”, concluye.
¿Cómo? Con la “creación de centros de carácter interdisciplinario y concentrados en resolver problemas. Piensa en lo que representó el EULA transformado en centro de ciencias ambientales. Creo que el impacto que tuvo y la forma en que ese modelo intentó ser replicado en otros lados, es un buen ejemplo. Pero en otros ámbitos, como salud, educación, desarrollo regional hay mucho campo para que la universidad pueda mejorar su oferta de servicios a la comunidad y así al fin pueda involucrarse más en su desarrollo”, es su reflexión final.